viernes, 24 de junio de 2016

BREXIT: EL REINO UNIDO SE MUDA DE BARRIO

Tras meses de incertidumbre, finalmente los británicos votaron mayoritariamente abandonar la Unión Europea. 

Las estimaciones anticipaban un final ajustado, reflejo de una sociedad profundamente dividida sobre la integración. De hecho, el Reino Unido no forma parte de los seis estados fundacionales de las comunidades europeas establecidas en los tratados de París y Roma de 1951 y 1957 respectivamente. Se habría de sumar recién con la primera ampliación en el año 73. El Reino Unido además mantuvo varias reservas, entre ellas conservar su propia moneda.

La decisión de los ciudadanos del Reino Unido zanja en consecuencia un debate entre europeístas y euroescépticos que se remonta a los inicios mismos del proceso de integración en el viejo continente en los años posteriores a la II Guerra Mundial. Al mismo tiempo, inicia un nuevo debate sobre la implementación de esta decisión y el futuro relacionamiento de los británicos con Europa.

El referéndum fue una apuesta política del primer ministro Cameron, arriesgó mucho y le salió mal. Los críticos de la integración ganaron pero sin un proyecto alternativo.

Los vínculos políticos, económicos, comerciales, en política exterior y seguridad, que se dan en el marco de la compleja arquitectura política y jurídica de la Unión Europea aventuran un proceso complejo y largo para llevar a la práctica una decisión que se reduce a más votos por un simple “no”. 

De hecho es difícil imaginar que la salida de la UE signifique la desvinculación del Reino Unido del proceso integrador. Hasta aquellos países europeos como Noruega, que no forman ni formaron parte de la UE, tienen derechos y obligaciones comunitarios que han ido asumiendo al adherirse a acuerdos puntuales. 

Nadie puede cuestionar la legitimidad de la decisión, el principio democrático de la mayoría se impuso tras un intenso debate y con una alta participación. Sin embargo los márgenes fueron estrechos y dividieron profundamente al Reino. En términos territoriales, Escocia, que votó mayoritariamente por permanecer ya anticipó un eventual nuevo referéndum sobre su independencia. Poblacionalmente también dividió generaciones, al decir de Felipe González “los jóvenes han votado por su futuro en Europa y han perdido. Han perdido por la decisión de los mayores. Gran paradoja interna: El futuro lo deciden los que no lo tienen”.

El primer ministro Cameron, quien defendió la permanencia como un legado de su gobierno, ya anunció su renuncia, lo cual resulta coherente con su posición y además lógico: no puede liderar un proceso con el que está en desacuerdo. Los principales líderes europeos ya pidieron al Reino Unido una “salida rápida”, asumiendo que esta decisión marca un punto de inflexión en un momento que se cuestiona el proceso integrador y en el que sus países miembros están en una crisis cuyo final no se ve cercano.

¿Qué viene ahora? El Brexit es un hecho, no hay vuelta atrás, pero pocos pueden estimar que va a significar exactamente en términos prácticos. 

La integración fue en sus inicios no solo un gran esfuerzo por reconstruir Europa tras la devastación de una guerra que destruyó el continente sino sobre todo sentar las bases para una paz duradera que supere una historia de siglos de contiendas bélicas. Con estos antecedentes es difícil imaginar el fin de este sueño, sino más bien un momento difícil que como tantos probablemente sea superado con más liderazgo, más integración y sobre todo reformas necesarias. 

Finalmente, las personas nos podemos mudar de barrio pero los países no pueden cambiar de continente.







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